LA CASA DE BERNARDA ALBA

LA CASA DE BERNARDA ALBA de Federico García Lorca

05 noviembre 2010

TALLER DE TEATRO: MONÓLOGO

















MUJERES QUE SE QUEDAN A VIVIR EN EL SUPERMERCADO

Hay mujeres que se quedan a vivir en las cajas registradoras del supermercado. Ponen el género adquirido en la punta de la cinta trasportadora subiendo y bajando a la cesta como si fuera el escalón Hillary del Everest. Hablan con la cajera pero bien sabemos todos que musitan palabras para sí mismas solo que en voz alta. Son las 13.59. La cola de los estómagos famélicos gira por la estantería más próxima y llega hasta el despacho de pan que casi siempre está en el último rincón del mundo de la tienda. Son movimientos de parsimonia incansable, adquirida y negociada con los espejos turbios de la noche, diría yo de lentitud larga como de tarde bochornosa de verano, como de acróbata cansado sobre el cable desafiante, como de caracol inválido que va a ninguna parte.
"Pasen por la caja dos en orden" croa otra dependiente saltando a su puesto, Pili, creo, según reza en el instintivo de su baby. Y con premura, otra señorona espabilada que está aparcada en mi retaguarda, acelera el carro rebosante de latas de conservas y envasados de la charcutería, hiriendo las espinillas a diestro y siniestro. Un hombre ancho de espaldas y batallado ya en estas lides recrimina tan villano golpe de estado. Todo el mundo disputa la caja por hacerse un hueco.
Son las 14.10 o más y todavía la primera señora busca y rebusca en su monedero las piezas sueltas que igualen el pago total de la compra. Y entonces cae en la cuenta que le falta el azúcar.
Debería ser la hora próxima a la edición del telediario, segunda edición, cuando salí del supermercado con mi ramito de perejil.

Hay mujeres que se quedan a vivir eternamente en las cajas registradoras porque tienen aún palabras que entregar a la soledad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario