Siempre se había sentido muy bien en aquella casa rodeado de su familia. Aunque en un principo era el único que corria por la casa haciendo ruido y animando el ambiente, acabaron por llegar dos nuevos miembros y él se sintió aislado. Ya no todos los abrazos iban para él ni todas las palabras cariñosas, y sus dos nuevos "hermanos" le trataban más como un cero ala izquierda.
No se sentía comprendido pero aún así se mantenía cerca de su familia, esperando el momento de ser útil y recobrar la posición que le habían arrebatado.
Pasaros los meses y su situación no cambiaba, su rincón de la casa estaba viejo y sucio, y apenas ya se relacionaba con los otros miembros de su muy querida familia.
Llegó el día en el que, por fin, una de las partes tomó la decisión de hacer algo. Subida toda la familia en el coche y, aunque se derramaron algunas lágrimas, como ya se tendria que haber imaginado acabó en una triste jaula de la perrera.
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